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		“La Villa” Nº 16 – Abril 2002 LOS
        BAILES DE ANTAÑO
        Ángel Fraile de
Pablo
		
        Ya lo decía la canción…”hoy
        los tiempos adelantan que es una barbaridad...” Casi sin darnos
        cuentan, a lo largo de los años, casi diría yo de los días, 
        vamos experimentando multitud de cambios en la forma de vivir, y cuando
        echamos la mirada atrás vemos  lo que ha cambiado la vida. Casi
        siempre esta evolución ha sido para mejorar. 
             Esto
        no tiene que ver, para que añoremos, o mejor, recordemos con cierto
        cariño las cosas que vivíamos cuando éramos jóvenes. Sobre todo
        ocurre con las personas de más edad, a las que las cuesta más
        adaptarse a los enormes cambios que en nuestra vida se van produciendo año
        tras año.  
              Si
        nos retrotraemos en el tiempo solamente 40 años, veremos la forma en
        que se divertían las gentes en nuestros pueblos, en el poco tiempo que
        les dejaba libres el duro trabajo diario. Una diversión habitual era el
        baile de los domingos, momento propicio para que los jóvenes se
        relacionasen entre si y buscasen pareja, como ahora se dice.   
             En
        Vallelado uno de estos salones de baile, estaba situado en la calle de
        la  fuente; era el salón de Juanillo, amenizado por
        el típico pianillo u organillo, que funcionaba a golpe de manivela,
        independientemente de que no hubiera fuerza eléctrica,  pero si
        esta fallaba, cosa más que habitual en los primeros años de
        funcionamiento, el baile continuaba, pues la noche se dedicaba para
        dormir y casi todo se realizaba a la luz del día. En cuanto la luz del
        día empezaba a caer, había que recogerse, sobre todo las chicas jóvenes,
        que tenían que llegar a casa antes de que anocheciera.   
             Hubo
        además otros salones de baile como el del “Chato”
        en la calle de la Mata. En la carretera arriba, hoy calle de Constantino
        Arranz, estuvo el salón de la Tía Rosalía. También
        tuvo salón Máximo Muñoz, en la calle de las mochas,
        además de frontón y café.   
              Ya
        en el año 1949, empezando a recuperarse y a olvidar un poco las
        consecuencias de la Guerra Civil, Serapio Fraile construye un salón de
        baile, ya más moderno, y adaptado a los nuevos tiempos, e incorporando
        nuevos adelantos como la  música de disco, pues el pianillo se había
        quedado un poco obsoleto. Pasados unos años, estos salones, sobre todo
        en las fiestas importantes, contrataban a pequeñas orquestas, o
        conjuntos como también se decía. Una de estas orquestas muy conocida
        en la zona, era la Orquesta García, cuyos componentes 
        eran de Cuéllar.  
              En
        el año  1970 Carlos y Conchi, adaptan y reforman un local, que tenían
        en la Calle Constantino Arranz, como  salón de baile. El nombre se
        conoció durante el tiempo que éste duró, como salón de baile “El
        Gallinero”, en recuerdo a lo que fue durante mucho tiempo. 
        Unos años más tarde, en 1973, se reforma de nuevo el salón y se
        convierte en discoteca. Eran los tiempos en que empezaban a ponerse de
        moda las discotecas, con música enlatada, con mucha más variedad
        musical. Era un salón, adaptado ya a los tiempos modernos,  con
        cantidad de luces de colores y potentes altavoces y luces de flash que
        cambiaban al ritmo de la música.   
             También
        en las grandes fiestas se contrataban grupos musicales de la zona,
        varios de ellos de Cuéllar, donde había muchos aficionados a la música
        salidos de la cantera de la banda municipal  y que actuaban en
        directo como: “los Clipers”, de Montemayor de Pililla,
        “Los Ibéricos”, “Los Semiramis”,  “Los
        Condestables”, etc ,estos tres últimos de Cuéllar. 
             El
        Gallinero, funcionó durante varios años, acudiendo muchos jóvenes de
        los lugares  cercanos. Con la apertura de grandes discotecas en
        pueblos más importantes como Cuéllar e Iscar, y dado que estos jóvenes
        empezaban a tener cierto poder adquisitivo, o más bien sus familias, y
        en muchas de las casas se empezaba a ver un coche o utilitario como
        signo de los buenos tiempos. Por esta y otras circunstancias, la
        afluencia de jóvenes fue decayendo, teniendo que cerrar este salón en
        el año 1980.   
              Mucho
        antes de  ponerse de moda todas estas discotecas, los jóvenes de
        Vallelado en el año 1935 formaron una Sociedad de Baile que tenía su
        sede en la C/ de la Fuente, en el salón de Juanillo. Estaba compuesto
        de socios, todos ellos hombres, que pagaban una cuota por poder entrar
        en el salón los domingos y días festivos que había baile, amenizado
        por el por un organillo. Esta sociedad se regía por unos estatutos que
        todos los socios debían de respetar, salvo arresto, que  consistía
        en una serie de días sin poder entrar en el salón. Como buenos
        caballeros, claro está, las señoritas no pagaban entrada. 
              El
        baile era dirigido por el  “Bastonero” que disponía de
        un largo bastón adornado y tejido todo él con mimbre y rematado en la
        parte alta con unos cascabeles que hacía sonar el bastonero al golpear
        éste contra el suelo para que comenzase el baile o para que éste
        finalizara.   
           
 El cargo de “bastonero” era
servido por los propios socios de forma voluntaria, pero más tarde este cargo
era recompensado económicamente por falta de voluntarios para el cargo. En todo
momento el bastonero  era el encargado de dirigir, por lo que a golpe de
bastón se paraba el baile y los que están sentados en los bancos que tenía el
salón, tenían que ponerse de pie, para que hubiera cambio en las parejas, y
hasta que el bastonero no golpeaba de nuevo, haciendo sonar los cascabeles, no
comenzaba el siguiente baile, ni podían sentarse. 
               Si
        alguno de los socios se casaba, podía entrar gratis al baile
        durante el primer mes después de casarse, pero después, tenía que
        pagar la cuota como cualquier socio si deseaba seguir perteneciendo a la
        Sociedad.Uno de los estatutos decía que no se podía pedir baile hasta
        que no finalizara la pieza que tocaba en ese momento.   
              Esta
        sociedad bien organizaba, duró solamente hasta el año 1937. Seguro que
        tuvo mucho que ver el estallido de la guerra civil de 1936, pues por
        supuesto no eran días muy agradables, y llegó un momento que… “no
        estaba el horno para bollos”.  
              Como
        ven unos tiempos traen otros, y a buen seguro que nuestros mayores
        recuerdan aquellos años con cierta añoranza, pero los tiempos cambian
        y hay que saber adaptarse a ellos.  
           
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