Actualmente, cuando hacemos
referencia al pinar, se nos viene a la mente un lugar de gran
importancia paisajística, con un gran valor ecológico y
medioambiental, del que hace unos años no teníamos conciencia o que no
valorábamos como tal.
Estamos inmersos en una
comarca natural denominada "Tierra de Pinares", que
abarca municipios pertenecientes a las provincias de Valladolid y
Segovia, y que cruza nuestra provincia de este a oeste acompañando a
varios ríos en el curso hacia su desembocadura.
Se conocen en esta zona los
pinares de forma documental desde el siglo XIII, aunque fue durante los
siglos XVI y XVII cuando se hicieron repoblaciones importantes en
terrenos generalmente arenosos.
Estos pinares están
poblados de dos especies de pino: pinus pinaster, llamado
popularmente resinero o pino negral, y el pinus pinea,
también conocido como pino piñonero o pino albar.
En unos lugares predomina el
piñonero y en otros el resinero. Ambos, se encuentran enclavados en su
mayor parte en terrenos arenosos y frecuentemente cerca de los ríos,
donde como hemos dicho, hace siglos se empezaron a sembrar en tierras
que eran improductivas para la agricultura. En ellas se han adaptado
perfectamente y han protegido las arenas en que se asientan, dando al
paisaje un contraste de una singular belleza, que algunos han bautizado
poéticamente como "mar de pinares" por las preciosas
vistas que desde los elevados cerros pueden admirarse.
El medio de vida de muchas
familias
Durante siglos estas
extensas matas de pinar han sido el medio de vida y subsistencia de las
gentes de nuestros pueblos, que las valoraban como propias, aunque hoy
se encuentren casi sin utilidad económica.
Muchos ayuntamientos
llenaban sus arcas a expensas de estos bosques, ya fuera por la madera,
la resina, o por la extracción de piñón. Gracias a estas industrias
los municipios prosperaron y salieron adelante.
Del pinar se sacaba madera
para la construcción de casas, para los corrales del ganado, para las
industrias de aperos, cubas para el vino, muebles para el hogar, leña
para los largos inviernos, teas para alumbrar cuando no había luz
eléctrica y un sinfín de utilidades de las que se mantenían casi
todas las familias.
Ya en el siglo XVIII, D.
Pedro Ucero, boticario afincado en Cuéllar, hizo una descripción
exhaustiva del pino y de la importancia de este árbol:
"…doy
razón en particular de quan provechosa es para nuestra salud, útil
para maniobras, necesaria para edificios y precisa para todas las
artes…"
Y refiriéndose al terreno
arenoso donde se asienta manifestaba:
"¿Quién no se
pasma y engrandece el Divino Poder, al ver que en unos arenales
muertos, tierra al parecer la más inútil, haya el Divino Hacedor
producido tan vasto número de pinos, plantas, las más útiles al
hombre? Son los arenales, según lo acredita la experiencia, tierra
sin sustancia, destituida de todo suco nutricio de viviente alguno;
cuanto en ella se siembra, tanto se pierde, como testifican con
atraso de sus caudales los que llegan a cultivarlos; y con todo el
Divino Labrador planta en ellos, no yervas humildes, no mieses
anuales, sino empinados y perennes pinos para beneficio de los
mortales. ¡O alta y soberana Providencia"!
Aquellas gentes de antaño,
cuidaban el pinar como una fuente de trabajo y de extracción de
productos, del que han sabido aprovecharse y adaptarse para habitar y
levantar estas tierras que ahora nosotros disfrutamos.
Un aprovechamiento integral.
Del pino se aprovechaba
todo, por ello en las antiguas ordenanzas de la Comunidad de Villa y
Tierra de Cuéllar, hay varios artículos que hacen referencia al
cuidado de los extensos pinares, detallando minuciosamente todos los
aspectos que requería su protección y estableciendo importantes penas
a los trasgresores de las leyes publicadas.
Las ramas del pino, que en
algunos pueblos nombran como "ramera", cuando éste se
olivaba o podaba, servían para alimentar los hornos donde se hacía el
pan, para combustible de caleras y pegueras, para atizar las glorias que
calentaban las casas, para la realización de techos y tenadas donde se
guardaban los animales. Las hojas de los pinos conocidas como "tamuja",
"zarambujas", "burrajo" o
"barrujo", dependiendo de las zonas, se usaban para suelo
de los corrales y camas para los animales, que luego de convertirse en
estiércol se utilizaba para abonar las tierras, etc. Las piñas que
como fruto produce el pino negral o resinero, son de forma alargada y
con unos pequeños piñones que están provistos de una especie de ala
casi transparente, que le sirve para dispersarse con el viento. Estas
piñas, llamadas "piños" o "piñotes",
eran muy apreciadas en las lumbres para encandilar o comenzar a hacer
fuego.
La corteza, conocida como "roña",
era molida en tahonas o molinos de sangre, llamados así porque eran
movidos por animales. La roña convertida en polvo era rica en taninos
y, cargada en sacos, se vendía a las fábricas de curtidos de pieles.
Era también un buen aislante de la humedad, para los pisos y paredes de
las viviendas. Recién cogidas estas roñas, servían de leña para las
lumbres y aunque se trataba de una leña floja y con poco poder
calorífero, dicen los mayores que hacían compañía, debido al
chisporreteo que producen al quemarse.
|
|
Corteza de pino albar |
Corteza de pino negral
|
Cuando se abría el pino, es
decir, cuando empezaba a trabajarse por el resinero para la extracción
de resina, había que hacer unos cortes en dirección vertical con la
afilada azuela, y dependiendo de la habilidad y fuerza del resinero,
éste sacaba una "virutas" largas finas que caían al
suelo y luego eran muy disputadas para comenzar a hacer lumbre en las
cocinas, ya que al estar impregnadas de la savia del pino, ardían muy
fácilmente. Con los modernos métodos de resinación se acabaron las "zarandajas",
como son conocidas en la zona de Pedrajas de San Esteban.
El tronco del pinus
pinaster o negral era sacrificado para la extracción de miera. Se
le hacía un gran corte y durante todo el verano el pino se desangraba,
recogiéndose la savia o miera en una pequeña oquedad que se hacía en
la arena. Esta pasta solidificada era recogida por los pegueros, que
luego la trasformaban en un producto negruzco y pegajoso, la pez, usado
para la impermeabilización de embarcaciones y el recubrimiento del
interior de las cubas del vino, para los pellejos y botas... (Por
aquellos años aún no se conocía la extracción de la resina para la
destilación; esta industria, importada de la zona francesa de Las
Landas, comenzó a generalizarse en España en la segunda mitad del
siglo XIX).
|
Tronco de pino negral,
con cicatrices |
Con el humo de los hornos o
pegueras donde se destilaba la resina o miera, se llegó fabricar tinta
negra que usaban en las imprentas
Ni qué decir tiene que la
madera del tronco, era materia prima para toda la industria carpintera,
vigas y tablas para las viviendas e incluso para la fabricación de
muebles, y para la realización de obras de arte e imágenes que pueden
admirarse en nuestras iglesias. La imaginación y la necesidad hacían
que hasta el oloroso serrín que salía de las sierras, fuera utilizado
para fregar suelos y para dar lustre a hierros, cobres y otros
utensilios; seguro que muchas mujeres de nuestros pueblos todavía
recuerdan esta utilidad. En los establecimientos públicos, en épocas
lluviosas, se depositaba en el suelo para que sirviese de secante y así
evitar resbalar, así como para la alimentación de estufas en pleno
invierno.
Una vez cortado el pino,
quedaba el tocón junto con las raíces. Había que sacarle utilidad a
esta parte del pino, pero era una tarea costosa. Azadón en mano,
nuestros jóvenes cultivaban sus músculos y de paso sacaban un jornal.
Esta parte del pino, la más resinosa del mismo, era utilizada para
hacer teas para alumbrar los hogares, que así se ahorraban en aceite,
que era el combustible más usado en los siglos en que no se conocía la
luz eléctrica. Hasta de la madera del tocón algunos artesanos ha hecho
hermosas obras de arte, ya que ésta tiene un lustre y unas vetas que
nada tienen que envidiar a las que hoy importamos de los países
tropicales. Los secaderos de achicoria, que fueron numerosos en las
zonas de Cuéllar e Íscar durante el siglo XX, consumieron grandes
cantidades de leña para alimentar sus hornos, siendo la leña de tocón
muy apreciada por su poder calorífero.
El piñón, un fruto sano y muy sabroso
Si hablamos del pino
piñonero, o albar, tenemos que afirmar que tiene una corteza o roña
menos tosca, y de un color más claro, además de disponer de una madera
más fina para la realización de muebles y tallas. En muchos aspectos,
sobre todo cuando el pino era viejo, su madera servía de combustible
para las cocinas, pero la importancia de esta variedad está en su
sabroso fruto: el piñón.
|
Cascapiñones |
El fruto o piña es de forma
más redonda que la piña del pino negral. Esta piña tarda en madurar
para la extracción del rico piñón, tres temporadas o años, por lo
que en un mismo pino podemos ver piñas del primero, segundo y tercer
año, cuando ya están maduras, que adquieren un color más oscuro. El
fruto que sale el primer año recibe el nombre de "perindola"
y apenas es apreciable una pequeña bola o piña que resulta
difícil distinguir a simple vista sobre todo en los grandes pinos. El
tercer año, en verano, brilla el fruto de la piña ya desarrollado. Se
trata, en palabras de Ucero, de una fruta sabrosa y apetecible, con su
sabor agridulce característico, que las hacía ser muy solicitadas,
tanto en la Corte, como por las gentes humildes: "…y por lo
mismo, la gente pobre con solo pan y piña verde se suele
alimentar".
Era costumbre hace años,
que los jóvenes en el mes de junio alrededor de la festividad de San
Juan, fueran al pinar a coger piñas verdes, las cuales pelaban, como si
de una fruta se tratara, comiéndose los tiernos piñones, por supuesto
que con cáscara y todo, pues todavía no estaba formada. Estaban
tiernas y sabrosas o en leche como se decía. Si la piña era tierna se
comía toda ella, y sobre todo, dependiendo del hambre que se tuviera.
Prueben y comprueben ese sabor agrio especial que estimula las
glándulas salivares. La moderna cocina, tan en boga en estos
tiempos, está probando e introduciendo en sus fogones estas piñas
verdes para acompañar y sofisticar ciertos platos, sorprendiendo a sus
comensales.
En los meses de invierno, en
que no se podía trabajar en el campo, la recogida de piñas y la
extracción del piñón, empleaba en nuestros pueblos de la
jurisdicción de Cuéllar y otras zonas como Íscar o Pedrajas, a un
montón de jornaleros y otras tantas mujeres y niños, en el cascado
manual del piñón, que luego era utilizado en repostería y como un
fruto seco de un sabor, yo diría que inigualable. La finura y sabor de
este manjar no es superado por los modernos frutos secos que ahora
importamos.
Todavía recuerdo de niño
que nuestras madres, los días de fiesta, nos hacían "cagadillo",
una especie de turrón que se elaboraba calentando azúcar al que se
añadía piñón tostado y molido, y que para nosotros suponía una
exquisita golosina.
Ya hemos indicado que del
pino todo se aprovecha. Una vez extraído de la piña, su fruto, el
piñón, éstas pasaban a denominarse "cogollos" o
"cogollas", y son y eran un excelente combustible para
lumbres y estufas, con un gran poder calorífero, además de desprender
un agradable olor a leña quemada, impregnando el ambiente en los fríos
días del invierno castellano.
Úsos medicinales del pino
Uno de los usos menos
conocidos del pino, pero no por ello menos importante, es su utilidad
medicinal, en unos siglos en los que las plantas suponían un remedio
eficaz para muchas enfermedades.
Con la pez que fabricaban
los pegueros se servía la medicina para tratar fracturas y
dislocaciones. La pez en polvo era conocida por la medicina popular y se
usaba también como preventivo en la producción de coágulos
sanguíneos.
La miera que destila el pino
se usaba como bálsamo en heridas y golpes, y seguro que los resineros
todavía recuerdan cuando se cortaban con la azuela usada para trabajar
el pino. Esta resina se ponía en la herida para que cicatrizara. El
mismo método era usado por labradores y demás trabajadores del pinar y
del campo, como también para tratar las heridas de los animales.
El efecto balsámico de la
resina o miera se ha estado utilizando hasta no hace muchos años.
Seguro que habrá personas de mediana edad que en su niñez, cuando
padecían de algún catarro o enfermedad pulmonar, acudían al pinar a
respirar la miera de los propios potes para aliviar estos padecimientos.
La miera era usada
directamente por los afamados médicos para tratar diversas
enfermedades, como el mal de piedra y numerosos padecimientos de la
vejiga, riñón, etc. La trementina que se extraía de la miera mediante
un proceso de calentamiento, se aplicaba como bálsamo en heridas y
lesiones de la piel.
Ya hemos hablado antes de
que la corteza del pino, conocida por aquí como "roña",
se usaba como aislante de la humedad, pero también tenía su
aplicación médica y según Dioscorides, médico romano de la época de
Nerón, usada y mezclada con incienso u otras sustancias era útil en
las heridas de la piel. Esta corteza molida también era aplicada como
remedio en cortaduras.
Qué decir de los piñones,
que aparte de ser un alimento exquisito, como todo el mundo habrá
comprobado, era muy apreciado como medicina por tísicos y tábidos (dos
enfermedades frecuentes en siglos pasados y que hoy conocemos como
tuberculosis y sífilis). También para enfermos renales. El aceite
extraído del piñón tendría un efecto más concentrado que la propia
semilla.
Hasta las finas y alargadas
hojas que da el pino fueron usadas en medicina. En los meses de
primavera cuando el pino despierta de su letargo invernal y toma un
precioso color verde, salen nuevos brotes en los extremos de las ramas.
Estas flores, que en los pueblos pinariegos conocemos como "renuevos",
tenían un efecto positivo contra el escorbuto, que es una enfermedad
producida por falta de vitamina C en el organismo. Estos renuevos
masticados regularmente aportaban gran cantidad de esta vitamina para
curar la enfermedad. Otro efecto de las nuevas hojas, majadas y
mezcladas con vinagre, servían como analgésico en los insoportables
dolores de muelas.
El muérdago, una planta parásita con
buena suerte
Una planta que siempre hemos
conocido asociada a los pinos es el popular "muérdago",
llamado por algunos "almuérzago". Esta planta, cuyo
nombre científico es "Viscum album", es parásita,
pues vive a costa del tronco y de la savia del mismo, pero no es
exclusiva del pino; ésta y otras variedades también se dan en olivos y
en distintos tipos de árboles. Aunque vive a costa de la savia del
mismo árbol, no suele producirle grandes males, a no ser que el árbol
ya esté debilitado por otros motivos. La reproducción de esta planta
la perpetúan los propios pájaros que se alimentan de sus semillas y
que luego con sus excrementos van fijando las semillas en el tronco de
otros pinos.
|
Tabernera en pino |
El muérdago ya era
utilizado en la medicina tradicional como antiepiléptico en el siglo
XVIII, para los vértigos, en apoplejías (problemas cerebrales y
neuronales), contra las lombrices que parasitan el intestino humano, en
otras enfermedades, como el lumbago, y como homeostático para detener
hemorragias. Las hojas del muérdago son perennes y coriáceas, dando un
fruto redondeado, de color blanquecino y transparente cuando está
maduro, cuyas bayas tienen un líquido pegajoso que se usaba hasta no
hace mucho tiempo, en que se prohibió, para hacer la llamada
"liga" de cazar pájaros.
Esta planta ha estado
siempre provista de un halo mágico, sobre todo en el norte de Europa.
El muérdago es muy apreciado en Navidad y no falta en ninguna casa, ya
que le atribuyen poderes mágicos, tradición que se ha conservado
durante siglos. Se suele poner a la entrada de las casas.
A la variedad de muérdago
que parasita los olivos, se le conoce con el nombre de "marojo"
y a la acción de limpiar los olivos "desmarojar".
Su nombre parece que procede
del latín "mordere", aludiendo a la característica de
parásito, que le sirve para mantenerse fresco.
Los antiguos celtas y los
pueblos del norte de Europa, lo utilizaban como planta de buen augurio,
siguiendo para recogerla todo un rito que consistía en cortarla en
fechas próximas al solsticio de invierno. Debía ser cortada con una
hoz de oro, de un solo golpe y sin que cayera al suelo. Luego de
cortada, se colgaba en techos y en las entradas de las viviendas como
símbolo de bienvenida y de buena suerte sobre todo en las fiestas
navideñas y de año nuevo.
En el invierno, cuando el
pasto para los animales escaseaba, era muy apreciado el muérdago para
la alimentación de cabras y ovejas, cuyos pastores recorrían el pinar
en su busca.
Aquellos que gusten de
pasear por los abundantes pinares que poseemos en nuestra comarca,
habrán observado cómo algunos pinos tiene junto a sus ramas una
especie de colección de pequeñas ramas de forma oblonga o redondeada,
de un color algo más oscuro, y que forma una especie de tumor que se
distingue a distancia. Esto no es una planta parásita como el
muérdago, sino que se trata de una malformación de algunos pinos
conocida con el nombre de "tabernera", porque los
antiguos cantineros las ponían a la puerta de sus establecimientos
cuando no existían rótulos y luminosos que anunciaran la venta del
abundante vino que por entonces se producía y consumía.
Cría el tronco del pino una
especie de musgo, que dicen que sirve para orientarse en el pinar, en
caso necesario, pues suele salir en mayor abundancia en la roña que se
orienta al Norte y que comúnmente se conoce como "muito".
También fue este muito en épocas pasadas un fiel aliado de la medicina
tradicional.
Después de todo esto, ya
tenemos un motivo para darnos una vuelta por nuestros pinares y
comprobar algunas de las cosas que aquí hemos dicho. A buen seguro que
aprenderemos algo nuevo, a la par que pasaremos un rato agradable y
conoceremos un poco más el entorno donde vivimos. Para que luego digan
que el pino es un árbol cualquiera.
Hace ya muchos años que las
gentes de nuestros pueblos que vivían del pinar, en todos los sentidos,
eran conocidas y apodadas como "pinariegos" en sentido
peyorativo, pero gracias a Dios esto pasó a la historia y hoy ser
pinariego puede considerarse un orgullo… "y
a mucha honra".
"LA PINA" DE VALLELADO