Ángel
Fraile de Pablo
Desde
antiguo, el hombre ha tratado de controlar y medir el tiempo, pero en un
principio los instrumentos de medida eran muy imprecisos. Uno de estos sistemas
consistía en un palo de madera u otro material clavado en el suelo
verticalmente, sobre el que el sol proyectaba una sombra que a lo largo del día
iba cambiando de posición y girando a su alrededor de la cual se guiaban. Este
primitivo reloj o gnomon como se denomina, ya se conocía en Egipto en el
año 1500 A. C. Conocemos también del antiguo Egipto los grandes obeliscos
tallados finamente en piedra que servían para conocer el momento del día
en que se encontraban dependiendo de la sombra que
proyectaban. Como puede comprobarse, esta medida sólo era posible si el sol
estaba activo, y además otro de los inconvenientes consistía en que a lo largo
del año el sol cambia su posición, al girar la tierra.
El hombre primitivo no disponía de ningún sistema
para medir el tiempo, seguramente porque no lo necesitaban, y simplemente se
guiarían para sus actividades del día y de la noche.
A lo largo de siglos y siglos el hombre fue tomando
más y más interés por dividir el día en distintas partes y así poder medir
estas cadencias.
Hasta bien entrado el siglo XX, eran las campanas de
las iglesias de los pueblos y ciudades, las que marcaban los momentos
importantes a lo largo de los días, ya que los relojes era escasos. Los
agricultores que se encontraban trabajando en el campo se guiaban por el sonido
de las campanas de su iglesia, cuando daban los toques del ángelus al mediodía
y de vísperas por la tarde, marcando la hora de regresar a casa, de ir a comer
o de terminar la jornada. En aquellos años los relojes, eran lujosas rarezas
destinadas a unos pocos privilegiados.
Fue en el siglo XIV cuando aparecen los primeros
relojes de pesas que hacen que funcione su mecanismo. Los relojes de bolsillo
surgen en Francia en el siglo XV, con un mecanismo de resorte para que la
maquinaria trabaje y a los que había que "dar cuerda" o tensar el
resorte cada cierto tiempo para que siguiera funcionando.
Mucho antes que aparecieran los relojes de bolsillo
y los grandes relojes de pesas, ya existían algunos relojes en las torres de
las iglesias para que todos pudieran orientarse o medir el tiempo. El primer
reloj mecánico de torre que se instaló en España, se encontraba en la iglesia
de San Miguel de Cuéllar, y está datado a finales del siglo XIV.
D. Modesto Fraile Gómez,
industrial nacido en Vallelado, aunque se encontraba viviendo en Cuéllar,
decide en el año 1947, regalar un reloj de torre al pueblo de Vallelado, por lo
que se pone en contacto con el ayuntamiento y deciden colocarle en la iglesia,
en la cara norte de la torre de la antigua iglesia. La obra para su instalación
corrió a cargo del vecino Eutiquio Sanz, quien en este año de 2009 ha cumplido
los 102 años de edad.
En el mes de mayo de este mismo año se inaugura
oficialmente el reloj, una gran novedad, en aquellos años y un adelanto
importante para todos sus habitantes. Los gastos de la instalación ascendieron
a 4.365 pesetas que sufragó el ayuntamiento, una cantidad considerable.
Presidía como alcalde el ayuntamiento, D. Mariano Gómez González. y Vallelado
contaba con 1176 habitantes.
En el verano de 1955 se produce un incendio en la
iglesia y se quema una pequeña parte, pero este incendio, no afecta a la torre,
la cual se encontraba situada al lado contrario de donde la vemos en la
actualidad, es decir en la parte del saliente. En el año 1957 después de
varias discusiones y polémicas deciden derribar la iglesia en su totalidad y
trasladar el reloj al recién construido ayuntamiento, para lo cual se había
edificado una torre con dicho fin, decidiendo poner una esfera en cada una de
las caras de la torre, para que pudieran verse desde los cuatro puntos
cardinales. Una pequeña campana que corona la torre, da las horas mediante un
martillo metálico unido a un cable que está en contacto con la maquinaria de
dicho artilugio. El importe total de la colocación y de las nuevas esferas fue
de 20. 000 Pts., un buen pellizco para aquella época, aunque seguro que las
arcas municipales estaban más saneadas que ahora, pues el ayuntamiento
ingresaba bastante dinero de la extracción de la resina de los abundantes
pinares que posee el municipio. Estos pinares eran la fuente principal para su
financiación. La colocación del reloj en su actual ubicación, la realizó
Fernando Vives Salamanca, de Valladolid.
Como agradecimiento a este práctico regalo que
nos hizo D. Modesto Fraile en 1947, el ayuntamiento decidió dedicarle una plaza
con su nombre y cambiar el que esta llevaba hasta entonces. La nueva plaza se
llamará Plaza de Modesto Fraile, que hasta aquel momento se conocía como Plaza
de los Soportales. El motivo de elegir esta plaza, es por encontrarse allí la
casa donde había nacido y vivido D. Modesto y toda su familia.
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